EDIFICIO PZ. INMACULADA nº 3

Arquitecto/s: 
Promotor/es: 
Joaquín Blanco García
Aparejador/es: 
Mariano González Flórez
Fecha del proyecto: 
1957
Presupuesto: 
4.600.000 ptas
Pz. de la Inmaculada nº 3
Avda. de Roma y C/ Padre Arintero
EDIFICIO PZ. INMACULADA nº 3
Fachada a Pz. de la Inmaculada
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Descripción y análisis

Proyectado un par de años después, este edificio se mira en el espejo del que tiene enfrente -las llamadas casas de Domingo López-, reproduciendo tanto el empaque imponente a través de sus once plantas sobre rasante como la novedosa imagen, basada en el uso de las terrazas a modo de elemento conformador de la fachada, aunque en este caso se sitúan en las esquinas y los extremos de los alzados laterales con el fin de aliviar, en la medida de lo posible, la pesantez de un volumen tan grande.
A este mismo propósito contribuye la combinación de dos materiales de acabado: revoco en las plantas inferiores y los cuerpos en vuelo; aplacado cerámico de color rojo en los paños de fondo de las terrazas. Este tratamiento diferenciado acentúa la verticalidad de la composición, reforzada también por la potencia del zócalo comercial y terciario, que suma tres plantas.
En la coronación destaca una sutil pérgola reticulada que incide de nuevo en el concepto de ligereza.
El hecho de que tenga sótano implica también otro rasgo novedoso, sobre todo porque una parte del mismo se dedica a garaje, cuando la posesión de vehículos a motor comenzaba a popularizarse, de arriba abajo, empezando por las clases más pudientes, a las que se dirigía esta promoción inmobiliaria.
La disposición de la planta es perfectamente simétrica, gracias a la regularidad geométrica de la parcela (610 m2 de superficie) y se organiza en torno a un patio de luces con forma de riñón y dos cajas de escalera: la principal en el centro, dotada de dos ascensores, y la de servicio, atrás del todo, con su correspondiente montacargas.
Cada nivel se divide en dos viviendas dotadas de un programa funcional muy generoso, con despacho, comedor, salita, cinco habitaciones, dos baños, cocina, oficio y un dormitorio de servicio con su aseo propio. La distribución en planta no es nada del otro mundo, articulada a partir de un largo pasillo central, flanqueado por las distintas dependencias, que arranca de un espacioso vestíbulo hasta llegar a la cocina, conectada directamente con la escalera de servicio. Tímidamente se apunta la diferenciación de una estancia más grande y en una posición preferente, que en la década posterior cristalizará en el salón-comedor, reinante hasta nuestros días.
El retranqueo del primer ático impone la reducción del número de habitaciones aunque a cambio se ganan unas terrazas magnificas. Bajo la cubierta se albergan dos viviendas para el personal al servicio del inmueble, con acceso único desde la escalera secundaria.
Siguiendo una pauta común en la época, las dos plantas de oficinas se dejan diáfanas en espera de la compartimentación más idónea en función de las necesidades de la demanda.
En el repertorio técnico, destaca la calefacción central, como alternativa novedosa frente a las individuales de carbón y, sobre todo, Las ventanas de perfiles de aluminio, que empezaban a implantarse en la edificación residencial de más alto “standing”, como se diría entonces.

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Hoy por hoy León (06.06.2019)