EDIFICIO SOCIAL DE LA CAJA DE AHORROS DE LEÓN (hoy edificio Ordoño II. Ayuntamiento de León)

Arquitecto/s: 
Promotor/es: 
Caja de Ahorros y Monte de Piedad de León
Aparejador/es: 
Antonio Miguélez García, Juan Martínez Guisasola
Fecha del proyecto: 
1971
Presupuesto: 
117.397.588 ptas
C/ Ordoño II nº 10
EDIFICIO SOCIAL CAJA DE AHORROS DE LEÓN
Fachada a C/ Ordoño II
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Introducción

La Caja de Ahorros y Monte de Piedad fue durante muchos años un actor esencial en la vida económica y social de la  provincia de León. Nada más natural que su sede central, a la vez que icono representativo, tuviera una presencia urbana conspicua.
Cuando, en la década final del franquismo, los órganos rectores de la Caja decidieron construir un edificio en la principal calle de la capital de la provincia, eligieron para este cometido al arquitecto asturiano Julio Galán Gómez.
Intuyo que esta decisión, aunque avalada por el currículo profesional de Galán, no debió despertar mucho entusiasmo entre los arquitectos locales, algunos de ellos muy influyentes, pues se trataba de un edificio emblemático, tanto por la ubicación como por la relevancia del promotor, y de un encargo potencialmente muy lucrativo.

Historia

Desde 1914 la parcela albergaba un “chalet” promovido por Francisco Alfageme, con la firma de  Federico de Ugalde, arquitecto bilbaíno que ocho años más tarde proyectaría el edificio Roldán en la plaza de Santo Domingo.
Probablemente con la perspectiva de lo que luego sucedió, este chalet fue adquirido por la Caja de Ahorros, dedicándolo inicialmente a su Obra Cultural como sala de exposiciones de pintura que, en la década de los 60 del siglo XX, formaba parte del matutino programa dominical de las familias burguesas, una vez cumplidos los deberes religiosos.
Consciente de que la demolición del chalet era una iniciativa delicada, aunque la opinión pública no representara una fuerza influyente durante la dictadura, la Caja de Ahorros se tomó la molestia de un largo trámite administrativo a fin de justificar el sacrificio de ese coqueto edificio para edificar en el solar resultante la sede principal de la institución. En una hoja de resumen del expediente municipal se contabilizan 37 actos durante su tramitación
Con ese propósito se acudió a la figura legal de la inclusión de la finca en el Registro Municipal de Solares e Inmuebles de Edificación Forzosa, regulado por el Decreto 635/1964, que cabría calificarlo  como la némesis de lo que luego fue el Catálogo de los planes urbanísticos, pues se promulgó con la intención indisimulada de facilitar la desaparición de los edificios que estorbaran al negocio  inmobiliario.
El procedimiento se inició con un escrito de fecha 26.03.1971, basado en un informe redactado por el arquitecto Felipe Moreno Medrano que dictaminaba la “notoria inadecuación” del edificio porque su volumen no llegaba al 50% del “mínimo autorizado por las Ordenanzas Municipales”.
Sólo se opuso, con escasa fortuna, el arrendatario de un local comercial con fachada a la calle Ordoño II, dedicado a perfumería, que apeló a razones de la belleza arquitectónica, haciendo también referencia a otros edificios antiguos en la misma calle, susceptibles de recibir idéntica condena.
Tanto el arquitecto municipal (P. Barrenechea) como el asesor jurídico (J. Rodríguez Lozano) corroboraron mediante sendos informes la pertinencia de la inclusión del edificio en ese Registro Municipal.
La Comisión Municipal Permanente aprobó la medida el 07.10.1971 y el vecino recurrió infructuosamente a la vía judicial. De este modo fue pasto de la piqueta uno más de los numerosos  chalets construidos en la fase inicial del Ensanche ante la arrolladora avalancha del valor del suelo.

Descripción y análisis

La parcela, con una superficie de 1.186 m2, está formada por un rectángulo de 32, x 26,5 m, situado en la esquina de una manzana, más una estrecha ala  interior de forma alargada y 28 m de longitud.
Sobre el rectángulo se erigió un volumen compacto, horadado por un patio de luces, desplazado hacia el lado norte, y un amplio espacio central, que se vacía en las plantas 2ª y 3ª para crear un patio de operaciones en triple altura. Por su parte, el ala trasera se plantea como un apéndice, casi marginal, en planta baja. 
Las fachadas levantan respectivamente 23,75 m hacia Ordoño II y 17,25 m hacia Alfonso V, de acuerdo con la respectiva latitud de cada calle. Esta diferencia, deliberadamente acentuada, articula la imagen del edificio, concebida como dos piezas desiguales que se acoplan.
Funcionalmente se estratifica en vertical:
- Sótano 2º, añadido durante la ejecución de la obra: archivo, garaje e instalaciones.
- Sótano 1º, dedicado a la Obra Cultural: salón de actos de 276 plazas, flanqueado por salas de exposiciones e instalaciones.
- Plantas baja y entreplanta: sucursal bancaria, y garaje en el ala interior, con una rampa, de traza semicircular, al fondo.
- Plantas 1ª, 2ª y 3ª: dirección, presidencia y órganos de gobierno.
- Plantas 4ª y 5ª: servicios administrativos centrales.
- Ático: archivo.
Entrando con detalle en los distintos usos, la sucursal ofrece unas características singularísimas, incorporando un servicio de autobanco, con entrada por Ordoño II y salida por Alfonso V, como si fuera un dispensador de comida industrial de matriz norteamericana, y el patio de operaciones está dotado de escaleras mecánicas a fin de facilitar la conexión entre la calle y la entreplanta, donde se ubica la mayor parte de los mostradores.
Presidencia y dirección no se privan de nada y, aparte de los correspondientes despachos, antedespachos, sala de reuniones del consejo, etc., en la planta 3ª disfrutan de bar, sala de lectura, comedor atendido por una cocina propia, y una capilla-oratorio, con suelo enmoquetado, que en este contexto puede interpretarse como un servicio de lavandería de conciencias.
Con intención nítidamente simbólica, en el centro de las plantas de servicios administrativos se ubica  un “ordenador electrónico” dentro de una especie de urna acristalada, exhibido como signo de modernidad. Seguro que, en aquel momento, los que transitaban a su alrededor con estadillos en la mano todavía no eran conscientes de que, no mucho después, esa máquina amortizaría su puesto de trabajo.
Las fachadas podrían calificarse de cartesianas, con una composición rígidamente ortogonal, en retícula, que ofrece una estampa más administrativa que institucional, por no llamarla burocrática.
La sucursal se hace patente en forma de zócalo de dos plantas, caracterizado por grandes ventanales, y rematado por una marquesina volada, que sirve además de rótulo.
Por encima de ese elemento de transición no se proyectan hacia afuera las diferencias jerárquicas, tan acusadas en el interior, aplicando un concepto igualitario, basado en la repetición de un único modelo de hueco. Prevalece, en suma, una preferencia por la representación del poder del dinero de un modo discreto y anónimo, sin personalizar. La importancia de la entidad que acoge, no se cifra en la forma arquitectónica, muy contenida, sino en la excelencia de los materiales que la constituyen.
Esa estampa, tan sobria, sólida y seria, sintoniza  con la mentalidad conservadora y austera de su tradicional clientela, básicamente local, y rural en buena medida, poco amante del riego financiero, que prefiere la serena y constante remuneración de sus libretas de ahorro a operaciones audaces de rentabilidad dudosa. 
Técnicamente se acude al repertorio de edificios de uso administrativo de la gama alta, con estructura de acero laminado, que facilita la obtención de espacios diáfanos disminuyendo la impronta de los pilares, y acabados e instalaciones de vanguardia: acero inoxidable en las ventanas, barandillas y demás elementos de cerrajería, moquetas especiales, suelos de polivinilo, techos de placas acústicas, climatización por aire acondicionado, etc.
Ese despliegue de modernidad se enmascara en las plantas nobles donde prima un concepto suntuario bastante más anticuado, tal vez al gusto de los rectores de la institución, que por momentos se asemeja al estilo “parador”, llevado a su versión más vetusta.
Poco tiempo duró el edificio intacto, consecuencia inevitable de la metamorfosis permanente en el mundo del negocio bancario, o de la despreocupada falta de previsión de los que no padecen estrecheces. Equiparándola con el volumen principal, en 1980 se añadieron seis plantas al ala trasera, dedicadas principalmente a uso de oficinas, del tipo denominado “oficina paisaje”, es decir de espacios diáfanos para zonas de trabajo conjunto (Óscar García Luna).
La transformación más radical se produjo en 1985 (proyecto de César Fernández Cuevas. Enrique Álvarez de Páramo, Santiago Urle del Castillo y José Fernández Molina / proyecto de Félix Compadre Díez), cuando se sacrificaron los dos elementos más vanguardistas del proyecto original, el autobanco y las escaleras mecánicas del patio de operaciones, convirtiendo el edificio en una muestra convencional más de la arquitectura terciaria.
Este proceso se acentuó con la adquisición del edificio por el Ayuntamiento para convertirlo en su sede administrativa. En 2012, un incendio destruyó parcialmente el interior del inmueble, particularmente en esa parte trasera, hecho que supuso también nuevas reformas.
Del proyecto original quedan las fachadas y algunos de los elementos básicos que articulan la compartimentación interior (escaleras, ascensores, aseos, espacios en doble altura) así como los acabados más perdurables. Todo lo demás ha ido mutando de un modo improvisado, a la buena de dios, sin una visión de conjunto, aunque las favorables condiciones de partida han facilitado la asimilación de los cambios.